13 ago 2016

Cenizas

Cuando desvanecen las últimas curvas incandescentes
Se ha engendrado un oscuro susurro en las cuerdas
Murmurando las palabras que encendieron fuego al ayer
Y hoy se alejan en un humo que nunca regresa.
Estos negros restos es lo que queda
La ausencia del color que pintó los telones de la victoria
Las cenizas que se abrazan a la brisa matutina
Y la eterna cicatriz de la cadena entre dos vidas.

11 feb 2016

A veces

A veces suelo preguntarme
Por qué no fui un pequeño perro
Tal vez así podrías acariciarme
Y regalarme alguno de tus besos

Quizás serás como una madre
Que protege la fragilidad del indefenso
Y no la anhelada amante
Que incompleta la noche de mis sueños

Pero aunque en esto no me engañe
Me aferro a ese ilusorio momento
Donde se me permite acurrucarme
Y dormir al abrigo de tu pecho

Así veces no es menester el lenguaje
Para alumbrar el más profundo secreto
Porque aunque las palabras callen
El amor se oye en el silencio.

30 ene 2016

Moneda

Estaba atardeciendo y desde la ventana una hermosa vista del ocaso se pintaba frente a sus ojos. Sentado en su oficina y rodeado del humo del cigarro, sintió una imperiosa necesidad de salir y respirar la brisa de aquellas horas. Normalmente hubiera preferido quedarse en su espacio personal hasta el momento de cerrar el local, pero en esta ocasión ya había hecho llamar a Claudio, su asistente.

 - ¿Me llamaba, Señor?
- Si, tráeme la silla por favor, quiero ir afuera un rato.
- Enseguida.

En un par de minutos el asistente trajo la silla de ruedas y ayudó a su empleador a subirse a ella. Ofreció conducirlo hasta la entrada, pero el jefe dijo que no era necesario. Entonces con mucha agilidad se impulsó hasta llegar a la cocinería. Causó sorpresa entre las empleadas, quienes pensaron que su presencia era indicio de un asunto de gravedad; que tal vez el jefe se había enterado de los comentarios hechos hacia su persona, o que ya estaba al tanto de la atención gratuita que secretamente estaban dando a algunos clientes. Sin embargo, este calmadamente se acercó hasta la cafetera y se sirvió café en una taza.

- No se inquieten, solo quiero ir a tomar esto y algo de aire, vuelvan al trabajo. Marta, necesito que me acompañes para abrir la puerta.

Sin desparramar una gota de líquido llegó hasta la entrada del local y esperó a Marta que se había quedado atrás para que empujara la puerta de cristal. Una vez afuera, la mujer se extrañó por el acontecimiento.

- ¿Va a quedarse aquí?
 - Si, ¿Cuál es el problema?
 - Ninguno señor, es sólo que no estoy acostumbrada a verlo en la puerta jaja.
 - Lo sé, pero mira el horizonte, está hermoso.

Ella asintió con la cabeza y luego de un amable ademán se retiró a la cocina. Don Paul permaneció un largo tiempo inmóvil, distrayéndose en la gente que iba y venía por la calle. Tras olfatear el dulzón aroma del café, acercó la taza a sus labios para dar el primer sorbo. Lo sintió más agradable que nunca, tanto así que tras un tercer sorbo ya había reducido casi todo su contenido.

 - ¡Ah! ¡Un manjar! – Dijo con una placentera sonrisa.

En eso, un joven caminaba por la calle con pasos largos y rápidos. De alguna manera su acelerado ritmo estaba dirigido por la música que envolvía su mente a través de unos audífonos volumétricamente exuberantes. Unos metros adelante vio un hombre en silla de ruedas con una taza en una de sus manos. Le recordó a su abuelo, quien vivió sus últimos años como minusválido antes de lanzarse a un río por la impotencia de no sentir sus piernas y lidiar además con un terrible Parkinson. Aquella memoria lo conmocionó de tal manera que tomó de su bolsillo la moneda más valiosa y al acercarse al hombre se la lanzó con mucha puntería en la taza. Tras su noble acción, se sintió satisfecho de colaborar con un mendigo,<<Por ti, querido abuelo>>  pensó mirando al cielo, y luego continuó su rápida caminata.

Don Paul que seguía con la mirada a una muchacha de vestido púrpura, no se percató del todo cuando un joven se detuvo y le lanzó una moneda a su taza. Tras sentir el pequeño remezón en la mano y perder de vista a la hermosa mujer, bajó los ojos hacia el poco café que quedaba y se percató de una sucia moneda que sobresalía desde el fondo oscuro. Durante unos segundos observándola no logró comprender el porqué de aquel extraño acontecimiento, pero cuando miró hacia la derecha vio caminando la misma silueta que hace un minuto estuvo detenida enfrente de él. <<¿Pero qué se cree este idiota?>> Pensó en voz alta. Le era inconcebible que lo hayan confundido como un mendigo cuando su aspecto y vestimenta reflejaba todo lo contrario, por mencionar el reloj de oro y su trono de ruedas. Por supuesto la taza que cargaba era de una porcelana elegante. Todos los antecedentes lo conllevaron a asumir el asunto como una broma de muy mal gusto.


- ¡Oye tú, el del bolso negro, detente! – Gritó sin moverse de su sitio. Al ver que su grito no fue oído por su objetivo, se dispuso ir tras él para encararlo de frente y descargarle unas cordiales palabras. Rápidamente se impulsó y esquivando a cuanta gente se cruzó en frente, al minuto ya estaba a dos metros de su enemigo. Tal era su ansiedad por darle alcance, que no avistó un agujero de donde había sido removida una baldosa en mal estado. En ese punto una silla de la rueda súbitamente se hundió, haciendo que el móvil perdiera el equilibrio y bruscamente volcará hacia la izquierda. 

- ¡Ay por amor de Dios! ¡Caballero! ¿Está bien? – Dijo la primera persona que se le acercó, una mujer. 

A pesar del golpe y la herida en su brazo, estaba completamente consciente y aun con las intenciones vivas de amedrentar al joven de la mochila. Mientras lo veía alejarse, se percató de los enormes audífonos que éste tenía en sus orejas, lo cual explicaba el por qué no escuchó ni el grito ni el gran estruendo de la caída. Por sus medios intentó volver a la silla pero en un abrir y cerrar de ojos mucha gente lo rodeó y entre ellos un joven lo tomó por las axilas para ayudar a levantarlo. 

- Upa señor, vaya caída. – Le dijo mientras lo levantaba. 
- Suéltame o te pego. 
 - ¿Qué? – Dijo incrédulo el bondadoso muchacho. 
- ¡Que me sueltes! 

Con la mirada puesta en la gente, buscando alguna sugerencia en sus rostros, el asombrado muchacho esperó un poco antes de finalmente con sumo cuidado volver a dejar al hombre en el suelo. Al momento de tocar el suelo, este último se giró sobre sí mismo y comenzó a vociferar con fuerza. 

- ¿Qué piensan? ¿Qué soy un pobre minusválido que merece de vuestra compasión? ¡¿Acaso saben quién soy?! ¡No tienen la menor idea! 

Aquellas exclamaciones sonaron con un eco en toda la redonda, atrayendo a más curiosos que se unieron al círculo de espectadores que se hallaban alrededor del extraño hombre tirado en el suelo. Muchos pensaron que era parte de una obra callejera, por lo que hurgaron en sus bolsillos y monederos por si valía la pena recompensar el espectáculo. Don Paul arrastrándose, llegó hasta un banco donde apoyó su espalda y prosiguió en tono firme y claro. 

- Yo soy dueño del café que se puede ver allá. Y si alguno de ustedes me hace el favor de traer aquí al tipejo que va caminando allá, a ese de mochila negra y audífonos, se lo pagaré con atención gratuita en mi local, soy un hombre de palabra. 
- ¿Le han robado caballero? – Dijo la misma señora del comienzo. 
- No, nada de eso, ha sido algo mucho peor. Este tipo que sigue alejándose, ¡Alguien vaya a buscarlo por favor!, ese hombre sin escrúpulos, ha lanzado una moneda a mi taza de café mientras yo respiraba el aire fresco fuera de mi local. Ya pueden suponer que lo hizo creyendo que soy un mendigo, lo que no me convence, según podrán juzgar por mi apariencia. Es presuntamente más probable que lo haya hecho con una malvada premeditación, sólo con objetivo de mofarse y generar esa misma risita que escucho entre algunos de ustedes. 

En efecto a varias personas les causó gracia la anécdota, sobretodo quienes aún pensaban que lo que presenciaban era parte de un espectáculo de calle, ya que el tono y expresión de Don Paul inspiraba cierta teatralidad. Otros en cambio sintiéndose conmovidos, no podían contener las ganas de prestarle ayuda aún él se opusiera a ella. 

 - ¡Que yo puedo hacerlo solo! – Dijo cuándo alguien intentaba tomarlo por los brazos. 

Se sacudió con violencia las manos que le habían puesto encima y nuevamente comenzó a arrastrarse con los codos hasta acercarse a la silla de ruedas que alguien ya había puesto en correcta posición. Se apoyó sobre ella, e inmediatamente ésta se inclinó y cayó con violencia sobre su cabeza. Al instante sonaron más risas y gritos ahogados. Estando boca abajo vio una multitud de pies que lo rodearon y esta vez sin poder decir nada en un abrir y cerrar de ojos ya estaba sentado en su silla. Un tanto aturdido miró los rostros que le observaban, los que reflejaban desde gran preocupación hasta diversión. Se detuvo en un adolescente cuyo rostro era cubierto por un celular en su mano. 

- Hijo, por Dios, apaga eso, ¿Acaso te entretiene este pobre hombre? – Le reprochó su madre. 

Lentamente el adolescente bajó el celular y sus ojos encontraron la mirada iracunda del protagonista. Sintió escalofríos ante tal expresión profunda e intimidante, por lo que rápidamente detuvo la grabación y luego con unos dedos tiritones se dispuso con prisa a borrar la evidencia. Un salto dio cuando el hombre habló de nuevo en voz alta. 

- ¡Juventud perdida! Ya no existe siquiera respeto por vuestros adultos y ancianos. Miren a este mocoso de allí, se divierte conmigo al igual que el inconsciente que dejaron escapar. Audífonos, celulares, ¡el ocio! ¿Saben que estaba haciendo yo a su edad? ¡Trabajando! ¡Desde el amanecer hasta el atardecer! era el único hijo hombre de la familia, por lo que gran responsabilidad cargaba en mis espaldas. En cambio a esta juventud comida no le falta, por lo que viven su vida con poco esfuerzo… y con pocos huevos. 

El comentario de Don Paul hizo que el semblante (ya sea de pena o risa) de la porción juvenil en la multitud cambiara drásticamente hacia un repudio general. De un momento a otro el ambiente se llenó de murmullos. El chico del celular con los ojos vidriosos ya preparaba una frase de grueso calibre, pero su madre se adelantó y vociferó un par de insultos hacia el polémico minusválido. Éste reaccionó y nuevamente con fuerte voz atravesó el bullicio logrando acallar a todo la redonda que se concentró en escucharlo. 

- Si quiere que su hijo sea hombre, no lo defienda señora. Él tenía intención de descargar algo pero usted en su afán de protectora no ha permitido que lo haga. Bueno, permítame decirle algo, yo no soy un pobre diablo como usted ha mencionado sin cuidado. En este punto me explicaré y finalizaré esta absurda comedia que desafortunadamente tuve que protagonizar. Yo no soy un pobre diablo, y escúcheme, porque espero se retracte de lo que ha dicho. ¿Sabe por qué no puedo caminar? Esto no es congénito, ni un accidente, ni una enfermedad, esto ha sido el resultado de defender mi patria, la misma en que ahora vosotros vivís en paz y armonía. Yo de hecho formé parte del pelotón que defendió esta ciudad y que debió soportar la descarga de artillería pesada en improvisadas trincheras. Vi morir a mi lado en su mayoría a jóvenes y niños, quienes afirmaban sus armas con la misma firmeza de sus convicciones ¡Almas nobles y admirables! Por esto señores, ahora podrán entender por qué he dado un reproche a la actual juventud cuyo obrar banal deja mucho que desear. Mucho han cambiado los tiempos desde que luchábamos por nuestro pan de cada día, hasta hoy cuando las preocupaciones convergen en caprichos de un mundo digital. 

Su encendido discurso fue interrumpido por una mezcla entre aplausos, risas y comentarios indistinguibles. Inmediatamente la gente comenzó a discutir entre sí formándo un bullicio que imposibilitaba a Don Paul decir sus últimas palabras, aun así en un acto de fe lo intentó a gritos.

- ¡Escuchen! ¡Aún no he terminado! ¡La evolución del hombre…! ¡Escuchen por favor! 

A pesar de que efectivamente muchas personas oyeron su intención de proseguir, poco les importaba ahora que tenían ellos la oportunidad de dar su opinión a otra persona, por lo que ahogado por los grupos de conversación, Don Paul luchaba buscando espacios para salir de la turba y lograr volver a su local. En eso una mano se posó sobre su hombro y desde atrás una voz senil le dijo al oído <<Yo también estuve en ese pelotón, ¡Gloria a los valientes!>>. Aquel comentario dibujó una sonrisa casi olvidada en su rostro. Con el mismo entusiasmo de un niño que ha encontrado a sus padres, volteó su cabeza y dio con el rostro de un hombre que ya conocía. Se trataba de un vagabundo que solía errar por la zona comercial y que en las noches dormía con los perros en la plaza mayor. Muchos locatarios habían juntado firmas para que la autoridad se hiciera cargo de él y lo alejara de sus recintos por ser de “aspecto indeseable”, “antihigiénico”, “ahuyentador de la clientela”. 

La sonrisa de Don Paul rápidamente se esfumó y se enfocó en el parche negro que tanto caracterizaba al vagabundo conocido como El pirata. Ahora sabía la probable causa de que haya quedado tuerto. Este hombre de manera tácita interpretó que el minusválido ahora era su amigo, así que acompañado de un perro de cara triste siguió a Don Paul hasta que la bulla le permitió hablar sin forzar la voz. 

- Es un honor señor, lo he escuchado atentamente. ¡Vaya casualidad! ¿Se imagina usted? Puedo recordarlo, yo y dos hombres más le recogimos cuando usted fue alcanzado por el mortero. ¡No pensé que sobreviviría! – Dijo emocionado. 
- ¡A un lado! ¡Asqueroso! – Respondió Don Paul.

18 ene 2016

Soñar

Despierta
De la niebla espesa donde actúan las siluetas
Ese telón que teje rostros y recuerdos bajo un hilo de inconsciencia
El enmarañado mundo bajo la oscuridad de los párpados
Allí donde todos los espectáculos son verosímiles engaños

Disuelve
La pausa del cuerpo oprimido por la cadena de su estado
Y revive los sentidos reales que fueron imitados
Al regreso la colorida realidad aguarda con su presencia
Vislumbrándose con dolor ante profundas pupilas abiertas

Piensa
Cuando lúcida bailas al compás de la consciencia
Descubriendo, aprendiendo y engendrando nuevas ideas
Mientras el tiempo transcurre con pasos agigantados
Sueña despierta en un viaje por tus parajes anhelados.